Centenari enric valor

diumenge, d’abril 28, 2013

la ruina como negocio javier llopis


Hace ya varios meses que he dejado de pasar por la calle Sant Josep. Esta entrañable arteria de nuestro casco antiguo se ha convertido para mí en un territorio prohibido y prefiero dar un largo rodeo antes que pisar sus estrechas aceras. La culpa de esta extraña fobia urbanística la tiene la mole negruzca y amenazante del viejo colegio de las Paúlas. No puedo pasar por la calle Sant Josep por una razón muy simple: tengo un miedo atroz y absolutamente justificado de que se me caiga encima este antiguo centro escolar, que permanece dejado de la mano de Dios y de los hombres desde hace más de treinta años.
A los más jóvenes hay que decirles que este caserón no fue siempre así de siniestro. Tras sus sucios muros se oculta lo que hace sólo unas décadas era un colegio coqueto, con amplios espacios y con un maravilloso jardín interior con su estanque con peces incluido. Tras la marcha de las monjas y tras una breve estancia de la Escola d'Art (un heroico centro docente alcoyano, cuya travesía del desierto sólo es comparable a la del pueblo hebreo tras cruzar el Mar Rojo), Alcoy decidió darle la espalda a este espacio urbano, a pesar de que reunía todos los requisitos necesarios para albergar cualquier tipo de servicios públicos y de que se encontraba en un emplazamiento altamente estratégico: en pleno centro urbano y a pocos metros del campus universitario de Ferrándiz y Carbonell.
Aunque parezca mentira, a lo largo de tres décadas sólo se ha hecho una tentativa seria para devolverle la vida a este recinto. Durante la etapa de gobierno del PP se intentó comprarle el edificio al Arzobispado (que era entonces su propietario) para instalar en él la biblioteca central, ofreciéndole así a este servicio un espacio digno, que le permitiría abandonar las apreturas de su sede en el antiguo Banco de España. Las desorbitadas pretensiones económicas de la Iglesia frustraron esta operación y al final, las autoridades eclesiásticas hicieron suya la máxima evangélica de "a Dios lo que es de dios y al César lo que es del César" y le vendieron el inmueble a una misteriosa empresa valenciana, que anunció su intención de construir un geriátrico privado de alto estanding. La venta provocó una previsible oleada de críticas, acusándose al Arzobispado de sacarle rendimiento económico a un bien que había recibido como una donación particular, en la que se especificaba que el conjunto de las Paúlas debería dedicarse siempre a fines sociales.
Como era de esperar, el inverosímil proyecto del complejo para la tercera edad nunca se llegó a convertir en realidad y la empresa promotora perdió la licencia, al expirar todos los plazos previstos para ejecutar la obra. El antiguo colegio de niñas se unía así a la larga lista de momios de nuestro casco histórico, junto a otros compañeros igualmente ilustres, como el cine Goya, el Monte de Piedad y los delirantes juzgados de la Plaça de la Mare de Déu. Ni que decir tiene, que durante este periodo de inactividad total el inmueble vio avanzar su deterioro, mientras los nuevos propietarios desoían sistemáticamente las exigencias municipales para que llevaran a cabo unos mínimos trabajos de mantenimiento.
Pasa el tiempo y periódicamente el edificio escupe algunos cascotes a la calle, como para recordarnos a todos que sigue ahí, pendiente de una solución. Pasa el tiempo y crecen las sospechas en torno a esta inexplicable operación urbanística. Los más fantasiosos ya han elaborado su propia teoría al respecto y denuncian que la ruina es precisamente el objetivo final que persiguen los actuales dueños. No es una hipótesis tan descabellada: el día que el edificio se hunda, la promotora tendrá las manos absolutamente libres para construir en la zona un bonito bloque de pisos o un señorial aparcamiento privado en pleno centro de la ciudad. Hasta entonces, sólo tienen que sentarse a esperar y contemplar con tranquilidad cómo los alcoyanos (y sus correspondientes ayuntamientos) dejan que se pierda un elemento más de su patrimonio arquitectónico. Si han dejado que una joya medieval, como el castillo de Barxell, se caiga a trozos, ¿por qué van a ponerse ahora tiquismiquis con un viejo colegio de monjas olvidado lleno de telarañas?

1 comentari:

Judith ha dit...

Una verdadera pena. EL proyecto para trasladar la Biblioteca Central estaba muy bien y era (y sigue siendo aun) completamente necesario, ya que en el antiguo Banco de España ya no cabe prácticamente nada (ni de Biblioteca ni de archivo).
Si este proyecto hubiera seguido adelante, se hubiera evitado el traslado de la biblioteca infantil a la Agencia de Lectura de La Uixola.
Y como siempre, los políticos a mirar, a protestar, pero no hacen nada para evitar estas ruinas.