Centenari enric valor

dissabte, de desembre 02, 2006

la guerra

Uno de los momentos más repulsivos del conflicto actual en Oriente Medio ocurrió después de que uno de los cohetes de Hezbollah matase a dos niños árabe-israelíes: el líde de Hezbollah Hassan Nasrallah de forma evidente pidió disculpas tan sólo por esas muertes, dejando claro que no hay nada de lo que arrepentirse en las muertes de civiles israelíes. ¿No deja esto clara la diferencia ética entre Hezbollah y las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), que siempre se lamentan de las muertes entre los libaneses, percibiéndolas como un mal necesario? Sin embargo, en un vistazo más cercano, esta clara oposición se difumina. El IDF siempre destaca cómo Hezbollah sitúa sus cuarteles generales y armas en medio de áreas densamente pobladas, sabiendo que cualquier ataque a las fortalezas de Hezbollah tendría como consecuencia un gran número de víctimas civiles inocentes. Mientras que esto es verdad hasta cierto punto, el problema es: ¿por qué Israel, plenamente consciente de esta táctica, sigue bombardeando estos lugares? La respuesta obvia es que cree que las muertes de los inocentes valen el precio de herir a Hezbollah. Probemos un experimento mental, e imaginemos que en lugar de mujeres y niños libaneses, los escudos humanos utilizados por Hezbollah fueran mujeres y niños israelíes. ¿Considerarían todavía en el IDF un precio razonable y seguirían bombardeando? Si la respuesta es "no", entonces el IDF efectivamente está practicando el racismo, determinando que las vidas judías tienen más valor que las vidas árabes. No sorprende que, para defender las tácticas del IDF, Alan Dershowitz introdujera recientemente a los civiles israelíes "totalmente inocentes" amenazados por los cohetes de Hezbollah y a los civiles libaneses no-tan-inocentes. Hace un par de años en una televisión privada eslovena, hubo una traducción errónea de las palabras de Harrison Ford en Peligro Inminente: "¡Pensé que sería un ataque quirúrgico!" se convirtió, en subtítulos eslovenos, en "¡Pensé que los cirujanos estarían en huelga!" [ N. del T.: en inglés, "strike" comparte los significados de ataque/golpe y huelga ]. Pero como el IDF enfatiza con orgullo que sus bombardeos del Líbano sólo involucran ataques quirúrgicos precisos, bueno, obviamente sus cirujanos están en huelga, mientras el mundo es bombardeado con imágenes de mujeres y niños libaneses muertos. El resultado es catastrófico para la imagen internacional de Israel, alzando el odio a Israel a nuevos niveles. El problema que invita Israel en su despliegue contínuo de poder es que este despliegue será percibido pronto como un signo de lo contrario, de impotencia. Esta paradoja del poder es conocida para cualquiera que haya tenido que ejercer de autoridad paterna: para retener su fuerza, el poder ha de permanecer virtual, una amenaza de poder. Muchos teóricos políticos, desde Blaise Pascal a Immanuel Kant a Joseph de Maistre, han elaborado sobre las formas en las que las naciones-estado han fabricado mitologías nacionales heróicas para sustituir y en definitiva borrar sus "crímenes fundacionales", es decir, la violencia política ilegítima necesaria para su creación. Con respecto a esta noción, es cierto lo que se ha dicho a menudo: El infortunio de Israel es que fue establecido como nación-estado un siglo demasiado tarde, bajo unas condiciones en las que tales "crímenes fundacionales" no son ya aceptables (y -la ironía definitiva-, ¡la influencia intelectual judía contribuyó al alza de esta inaceptabilidad!). ¿Por qué somos más "sensibles" hoy acerca de esta violencia? Precisamente porque, en nuestro universo global que se legitima con moralidad, los estados soberanos ya no están exentos de los juicios morales, sino que son tratados como agentes morales a ser castigados por sus crímenes, por tanto conteniéndose su soberanía. (Por supuesto, como ejemplifica la resistencia de EEUU al tribunal La Haya, los problemas de quién ejecutaría esta justicia y cómo será juzgado el propio juez permanecen) El conflicto de Oriente Medio nos confronta con la fragilidad de la frontera que separa el poder "ilegítimo" no perteneciente a un estado del poder "legítimo" de un estado, ya que, en el caso de Israel, sus orígenes "ilegítimos" no han sido aún borrados, y sus efectos se sienten al completo hoy en día. Cuando los observadores occidentales se preguntan por qué los palestinos insisten en su terco apego a su tierra, demandan a los palestinos precisamente que ignoren la violencia "ilegítima" israelí fundacional de su estado. Por esto es por lo que, en un despliegue de justicia poética, Israel está recibiendo de vuelta de los palestinos su propio mensaje en su forma invertida (verdadera); y no sólo respecto al fuerte apego "patológico" a la tierra. Imaginen leer la siguiente declaración en los medios de hoy en día:
Cita:
Nuestros enemigos nos llamaron terroristas ... Gente que no eran amigos ni enemigos ... también usaron este nombre Latin. ... Y aun así, no eramos terroristas. ... Los orígenes históricos y lingüísticos del término político 'terror' prueban que no puede aplicarse a una guerra revolucionaria de liberación ... Los guerreros de la libertad han de armarse; de otro modo serían aplastados. ... ¿Qué tiene una lucha por la dignidad del hombre, contra la opresión y el sometimiento, que ver con el 'terrorismo'? Uno automáticamente lo atribuiría a un grupo islámico terrorista y lo condenaría. El autor, sin embargo, no es otro que Menachem Begin, en los años en que Hagannah estaba luchando contra las fuerzas británicas en Palestina. Es interesante destacar cómo en los años de lucha de los judíos contra el ejército británico en Palestina, el término "terrorista" en sí tuvo una connotación positiva. Hoy, entre las racionalizaciones acrobáticas de Dershowitz, es casi alentador mirar a la primera generación de líderes israelíes, que confesaban abiertaente que sus reivindicaciones de la tierra de Palestina no podían sostenerse sobre la justicia universal, que estamos tratando de una simple guerra de conquista entre dos grupos donde no hay mediación posible. Aquí está lo que David Ben-Gurion escribió:
Cita:
Todo el mundo puede ver el peso de los problemas en las relaciones entre árabes y judíos. Pero nadie ve que no hay solución a estos problemas. ¡No hay solución! Aquí hay un abismo, y nada puede enlazar a los dos bandos,... Nosotros como un pueblo queremos que esta tierra sea nuestra; los árabes como un pueblo quieren que esta tierra sea suya.El probema con esta afirmación hoy está clara: eximir tales conflictos étnicos por la tierra de sus consideraciones morales ya sencillamente no es aceptable. Por esto es por lo que la forma en la que Simon Wiesenthal consideró este problema en Justicia, no Venganza, aparece hoy profundamente problemático:
Cita:
Uno debería finalmente reconocer el hecho de que uno no puede fundar un estado sin reducir los derechos de aquellos que ya estaban situados en ese territorio. Uno debería estar satisfecho con el hecho de que las violaciones fueran limitadas en ello y que un número relativamente pequeño de gente fuera herida. Así es como sucedió cuando se fundó el estado de Israel. Finalmente la población judía había vivido ahí durante un largo tiempo, mientras que los palestinos en comparación con los judíos, se encontraban escasamente asentados y tenían grandes oportundiades de retirarse. Esto es decir, el estado contínuamente victorioso de Israel no puede apoyarse para siempre en las simpatías que el mundo concede a sus víctimasLo que Wiesenthal está defendiendo aquí no es otra cosa que "fundación de un estado con un rostro humano", con "violaciones limitadas" (Sobre la escasez de los asentamientos, la población en el territorio palestino en 1880 era de 24.000 judíos y 300.000 palestinos). Sin embargo, la parte interesante de este pasaje es la última frase: su única lectura consistente es que ahora que Israel es "contínuamente victoriosa", ya no necesita comportarse como una víctima, sino que puede afirmar completamente su fuerza; cierto, mientras que uno no olvide añadir que este poder también involucra nuevas responsabilidades. Es decir, el problema es que Israel, mientras que es "contínuamente victoriosa", aún se apoya en la imagen de los judíos como víctimas para legitimizar sus políticas de poder (y para denunciar a sus críticos como antisemitas que no han salido del armario) Arthur Koestler, el gran anti-comunista converso, tuvo una profunda perspicacia: "Si el poder corrompe, lo inverso es también cierto; la persecución corrompe a las víctimas, aunque quizá de formas más sutiles y trágicas". Cécile Winter propuso recientemente en estas líneas un interesante experimento mental: imaginen en estado de Israel, tal como se ha desarrollado durante el último medio siglo, sin la historia del sufrimiento judío como fundamento de sus políticas. Sería una historia estándar de colonización. Así que, ¿por qué deberíamos, como propone Alain Badiou, quitar el Holocausto de nuestros juicios sobre las acciones de Israel hacia los palestinos? No porque uno pueda comparar ambos, sin precisamente porque el Holocausto fue un crímen incomparablemente peor. Son aquellos que evocan el Holocausto quienes efectivamente lo manipulan, convirtiéndolo en un instrumento de los usos políticos de hoy. La propia necesidad de evocar el Holocausto en defensa de las acciones de Israel implica que sus crímenes son tan horribles que sólo el comodín absoluto del Holocausto puede redimirlos. Recordemos la broma evocada por Freud para presentar la extraña lógica de los sueños: (1) nunca me prestaste una olla; (2) te la devolví sin romper; (3) la olla ya estaba rota cuando me la dejaste. Tal enumeración de argumentos inconsistentes confirma lo que tiene la esperanza de negar; que te devolví una olla rota. ¿No caracteriza la misma inconsistencia la forma en la que responden los islamistas radicales al Holocausto? (1) El Holocausto no sucedió. (2) Sucedió, pero los judíos lo merecían. (3) Los judíos no lo merecían, pero perdieron el derecho a quejarse haciendo a los palestinos lo que los nazis les hicieron a ellos. Estas posiciones conflictivas se reflejan en el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, quien recientemente cuestionó la realidad histórica del Holocausto mientras implicaba que la culpa por la complicidad en el genocidio nazi había llevado a los países europeos a apoyas a Israel:
Cita:
Algunos países europeos insisten en decir que Hitler mató a millones de judíos inocentes en hornos, e insisten en ello hasta el punto en que si alguien prueba algo contrario a eso, condenan a esa persona y lo arrojan a la cárcel... Aunque no aceptamos esta reivindicación, si suponemos que es cierta, nuestra pregunta para los europeos es: ¿es el asesinato de personas judías inocentes por Hitler la razón de su apoyo a los ocupantes de Jerusalén? ... Si los europeos son honestos deberían dar algunas de sus provincias en Europa, como en Alemania, Austria u otros países, a los sionistas, y los sionistas podrían establecer su estado en Europa. Ofreceis parte de Europa, y nosotros lo apoyaremos. Esta afirmación mezcla las insinuaciones más repugnantes con una correcta perspicacia. La parte repugnante es, por supuesto, la negación del Holocausto, o incluso más repugnante, la alegación de que los judíos lo merecieran ("no aceptamos esta reivindicación": ¿Cuál? ¿Que Hitler mató a millones de judíos o que los judíos fueran inocentes y no merecieran ser asesinados?). Sin embargo, lo que es correcto, es el recordatorio de la hipocresía europea; Europa efectivamente pagó por su propia culpa con la tierra de otros. Así que cuando dijo el portavoz de Ariel Sharon en respuesta, "Sólo para recordarle al señor Ahmadinejad que hemos estado aquí mucho antes que sus ancestros lo estuvieran", evocó un derecho histórico que, si se aplicara universalmente, llevaría a una matanza global. Es decir, ¿puede uno imarinar un mundo en el que los grupos étnicos "recordasen" constantemente a sus vecinos que "hemos estado aquí antes que tú" (incluso si esto significa más de hace mil años), y utilizar este hecho para justificar el incautarse de la tierra del vecino? ——————————- El gran misterio a propósito del conflicto palestino-israelí es: ¿por qué persiste tanto tiempo cuando todo el mundo conoce la única solución viable? Es decir, la reritada de los israelíes de la Franja de Oeste y de Gaza, el establecimiento de un estado palestino, así como algún tipo de compromiso sobre Jerusalén. Hay efectivamente una suerte de síntoma neurótico en el conflicto de Oriente Medio; todo el mundo ve la forma de librarse del obstáculo, y no obstante, nadie quiere retirarlo, como si hubiera alguna especie de beneficio libidinal patológico ganado persistiendo en el punto muerto. Por esto es por lo que la crisis de Oriente Medio es un punto sensible para las políticas pragmáticas que pretenden resolver gradualmente los problemas de forma realista. En este caso, la verdadera utopía es precisamente que tal aproximación "realista" nunca funcionará: la única solución "realista" es la "grande", resolver el problema en su raíz. Aquí, entonces, el viejo slogan de 1968 es aplicable: Soyons réalistes, demandons l’impossible!. Sólo un gesto radical que tiene que parecer "imposible" dentro de las coordenadas existentes hará el trabajo de forma realista. Así que quizá la solución "todo el mundo sabe" como la única viable (la retirada de los israelís, el establecimiento de un estado palestino, etcétera), no servirá, y uno ha de cambiar el esquema de referencia al completo y proponer una solución de un estado donde todos tengan iguales derechos. En los últimos días de julio, el propio presidente Bush admitió la necesidad de un acercamiento más sustancial, afirmando que las treguas y acuerdos parciales no funcionaban porque ignoraban la verdadera causa de los problemas; lo que para él, por supuesto, son los estados terroristas y las organizaciones que intentan detener el progreso de la democracia, no el problema palestino. Hasta ahora, los Estados Unidos rechazaron vehemenremente el mantra izquierdista de que "deberíamos luchar no sólo el terrorismo, sino también sus causas más profundas", descartándolo como la misma actitud "blanda" que el recordatorio izquierdista de que uno no debería luchar sólo contra el crimen sino contra sus causas sociales más profundas. Ahora, de pronto, Bush adoptó el lenguaje de la "guerra sobre las causas", rechazando un alto el fuego inmediato y abogando por una solución que trajera una paz justa y duradara; a lo que uno debería responder, bien, ¿pero no deberíamos ir hasta el final aquí y considerar el problema verdadero, la ocupación israelí? El problema subyacente es que no sólo los árabes se niegan a aceptar la existencia de Israel, los israelis tampoco aceptan la presencia palestina en la Franja Oeste. Recordemos de nuevo el juego de palabras de Brecht sobre la revuelta de los trabajadores del Berlín Oriental en julio de 1953: "El Partido no está satisfecho con su gente, así que los sustituirá con una nueva gente que apoye más su política". ¿No hayn algo homólogo discernible hoy en la relación entre israelíes y palestinos? El estado de Israel no está satisfecho con la gente de la Franja Oeste y de Gaza, así que considera la opción de sustituirlo con otra gente. Que precisamente algunos entre los judíos, las víctimas ejemplares, estén ahora considerando una "limpieza étnica" radical (el "traslado" -un término perfectamente orwelliano- de los palestinos de la Franja Oeste) es la paradoja definitiva que requiere una atención más cercana. Si hubo alguna vez un apego apasionado al objeto perdido, una negativa a asumir su pérdida, ha sido el apego judío a su tierra y a Jerusalén. ¿Y no son los problemas actuales la prueba suprema de las consecuencias catastróficas de tal fidelidad radical, cuando se toma literalmente? En los últimos 2,000 años, cuando los judíos eran básicamente una nación sin tierra, viviendo permanentemente en el exilio, su referencia a Jerusalén era, en su raiz, una prohibición contra "pintar una imagen del hogar", contra sentirse en casa en ningún lugar en la tierra. Sin embargo, con el proceso de retorno a Palestina, el Otro Lugar metafísico fue identificado directamente con un lugar determinado en la tierra. Cuando los judíos perdieron su tierra y la elevaron al objeto perdido mítico, "Jerusalén" se convirtió en mucho más que un trozo de tierra: se convirtió en una metáfora para la venida del Mesías, para un hogar metafísico, para el fin del deambular que caracteriza la existencia humana. El fenómeno es bien conocido: después de que un objeto es perdido, se convierte en un doble que es mucho más, que es todo lo que echamos de menos en nuestras vidas terrenales. Cuando un sueño de mil años está finalmente cercano a su realización, tal realización TIENE que convertirse en una pesadilla. Así que, ¿cuál sería el acto ético-político realmente radical hoy en Oriente Medio? Tanto para árebes e israelíes, sería renunciar al control (político) de Jerusalén; esto es, abogar por la transformación de la Ciudad Vieja de Jerusalén en un lugar extra-estatal de culto religioso controlado (temporalmente) por alguna fuerza neutral internacional. Lo que ambas partes deberían aceptar es que, renunciando al control político de Jerusalén, están efectivamente renunciando a nada; que están ganando la elevación de Jerusalén a un lugar genuinamente sagrado. Lo que perderían es sólo lo que ya merece ser perdido: la reducción de la religión a una apuesta en juegos de poder político._________________Entonces, ¿quiere el rojo de siempre o prefiere... ¡¡el color fooly