"En cuanto forma política del imperialismo en Europa, la UE es un poder de clase inaccesible a las instituciones parlamentarias"
(Iñaki Gil de San Vicente)
Al igual que para el caso del voto tenemos algunos adjetivos que modulan, modifican y/o resignifican su sentido (voto útil, voto de castigo, etc.), para el caso de la abstención, nos encontramos también con algunas variantes interesantes. Y para el caso de las próximas Elecciones al Parlamento Europeo del 25 de mayo, recomendamos, desde un sector crítico de la izquierda, lo que pudiéramos denominar como abstención activa. ¿En qué consiste esta modalidad? Veamos primero en qué consiste lo que llamaríamos la abstención pasiva. Básicamente la abstención propugna no ejercer el derecho al voto, omitirlo, es decir, no ir a votar a ninguna formación política de las que concurren a determinados comicios.
Pues bien, cuando esto se practica, tenemos dos formas de hacerlo. La primera es la que mayoritariamente se ejerce, y contra la que tenemos que luchar. La abstención pasiva consiste, simplemente, en no ir a votar. Se renuncia de esta forma al derecho al voto de una manera desinteresada, apática, no motivada, sino simplemente como un acto de dejadez individual. Simplemente, no votamos. Nuestra postura mediante la abstención pasiva no reivindica nada, más que la simple omisión del derecho ciudadano a elegir una determinada opción política. La abstención pasiva es un ejercicio indeseable, pues fomenta la no participación popular, resultando en una práctica de desidia, de inhibición ante un sistema que no nos estimula. Hemos de estar siempre en contra de la abstención pasiva.
Pero frente a esta postura sobre la abstención, tenemos otra práctica que puede ser recomendable ante determinadas circunstancias. Porque el hecho de no elegir a ninguna formación política también puede surgir del profundo convencimiento, después de su oportuno estudio y reflexión, de que ningún partido, opción o coalición es digna de obtener el voto ciudadano ante una determinada convocatoria electoral. Lejos de constituir un comportamiento pasivo, reflejo de una actitud de desidia ante la participación ciudadana, la abstención activa se nos presenta como una opción muy interesante de protesta y reacción popular ante el completo convencimiento de que el proceso electoral en cuestión no sirve absolutamente para nada, y de que por tanto, no estamos dispuestos a participar en dicha farsa.
La abstención activa es de esta forma una práctica completamente coherente, y consecuente con un comportamiento y una opción ciudadana totalmente legítimas. Mediante la abstención activa, lo que estamos formulando ante la opinión pública es que no creemos que ninguna formación de las que se presentan a las Elecciones represente de verdad una opción válida y respetable para dicho contexto. Vamos a explicar a continuación porqué recomendamos, desde un sector crítico de la izquierda y sólo para los próximos comicios europeos del 25 de mayo, la abstención activa. Para ello, tomemos el referente de cualquier otro proceso electoral, por ejemplo, nuestras Elecciones Generales. En ella, los ciudadanos, mediante el ejercicio del voto, eligen a un Parlamento (las Cortes Generales españolas, en este caso) que es capaz de legislar y determinar la composición de un futuro Gobierno del país, conformado por la(s) opción(es) mayoritaria(s) que la ciudadanía haya elegido. A su vez, dicho Gobierno representará el Poder Ejecutivo que tendrá capacidad para gobernar mediante las correspondientes herramientas legales.
Pues bien, en la actual Unión Europea las cosas no funcionan así. El Parlamento Europeo no es un Parlamento al uso, con capacidad legislativa. Su poder, su capacidad de influencia y sus funciones están muy recortadas, de tal forma que únicamente se le asignan tareas de debate y "recomendación" de ciertas iniciativas legislativas al "Gobierno" de la Unión, que es la Comisión Europea. La Comisión Europea está constituida por un Presidente de la misma y unos Comisarios, no nombrados ni elegidos por el Parlamento, sino a través de los Estados miembros, y es el órgano, junto con el Consejo Europeo, ejecutivo de la Unión Europea. Ellos vigilan el estricto cumplimiento de los Tratados Europeos, y sus recomendaciones se convierten en órdenes para los Estados miembros. Y como guinda del pastel, tenemos el Banco Central Europeo, que no funciona como un auténtico Banco Central, sino como un lobby de la banca privada europea, sobre todo de la alemana. Los miembros de dichas Instituciones no han sido elegidos por la ciudadanía ni tienen que rendir cuentas ante ella, por lo cual se trata de un funcionamiento poco democrático.
El resultado final es que vamos a participar en un proceso electoral vacío, fraudulento y engañoso desde el principio, pues aunque estemos de acuerdo en los postulados electorales de cualquier formación, la propia arquitectura de la Unión Europea impide que los europarlamentarios tengan la fuerza suficiente como para negociar e imponer sus programas. Pero por si todo ello fuera poco, tenemos a una izquierda europea tímida, dormida, perdida ideológicamente, sin querer darse cuenta de que lo que de verdad debe defender la izquierda es la destrucción del proyecto neoliberal europeo, pues su transformación desde dentro es prácticamente imposible. Está muy bien el discurso y la retórica sobre la Europa Social y la Europa de los Pueblos, con la que toda la izquierda estamos de acuerdo, pero simplemente, este proyecto es completamente utópico dentro del corsé marcado por los Tratados de la Unión (han sido pensados para ello), que limitan además las funciones y capacidades de un Parlamento Europeo muy restringido.
Se nos dice engañosamente que las Elecciones Europeas son muy importantes, y que nuestro voto es decisivo para poder cambiar las políticas europeas. Nada más lejos de la realidad. El contexto, la dinámica, la correlación de fuerzas, el funcionamiento, y las propias reglas de juego de la Unión Europea no permiten que ese "Parlamento" Europeo surgido de las votaciones en los 28 Estados miembros tenga la suficiente capacidad como para decidir las políticas que implementará la Comisión Europea, que continuará con su implacable agenda neoliberal hasta conseguir sus objetivos, que no son otros que la dominación del gran capital en los Gobiernos de todos los Estados miembros, y el pleno desarrollo de los principios del llamado Consenso de Washington. Hemos de denunciar que los partidos políticos que componen el actual sistema corrupto, nos intengan engañar, una vez más, planteando ilusorios objetivos, contrarios a su propia actuación, para legitimar todo el entramado de las actuales instituciones europeas, que son, como hemos explicado, radicalmente antidemocráticas.
No podemos participar en dicha farsa. Debemos denunciar activamente esta situación, y no debemos conceder nuestro voto, nuestra confianza, a ningún partido que participe de ella, que continúe legitimando la estructura de la actual Unión Europea. No es nuestra Europa, la de los ciudadanos, y por tanto, no la queremos. Hemos de salir de este club del euro y de la Unión Europea, que sólo nos ha traído pobreza y destrucción social. Y precisamente la denuncia de todo ello es lo que constituye la abstención activa. Como muy bien dice Agustín Moreno en su artículo "25M: plebiscito contra los recortes y la corrupción", la UE es un proyecto fallido y fracasado. Un proyecto que debe ser abolido, que debe ser abandonado. Estoy muy de acuerdo con él en las críticas, muy bien fundamentadas, que realiza sobre el proyecto europeo, pero siento disentir cuando recomienda textualmente: "Por lo tanto, mejor votar, incluso, sin entusiasmo. Llenar las urnas de rechazo a las políticas de ajuste y a los recortes, al atropello que significa el artículo 135 de la Constitución, votar contra la impunidad de la corrupción. Darse el gusto de sancionar en las urnas a todos los responsables". Esto es lo que pudiéramos denominar, continuando con nuestra jerga, como la votación pasiva.
No estamos de acuerdo, porque mediante nuestro voto, no se rechaza nada, ni se sanciona a nadie. Simplemente se elige al Parlamento Europeo, que como hemos comentado, es la institución más inútil del mundo, y una de las más caras, donde los eurodiputados cobran, entre sueldos y dietas, más de 17.000 euros brutos al mes, a la vez que mucha población de sus respectivos Estados pierde su trabajo, sus prestaciones, sus pensiones, su sanidad y su educación. La única función del Parlamento Europeo es intentar maquillar el carácter radicalmente antidemocrático de las instituciones europeas, que están directamente al servicio de los intereses de la gran banca privada, de las instituciones financieras, de las grandes empresas transnacionales y de fanáticos organismos internacionales, como el FMI. La continuidad del Estado Español en la UE y en la Eurozona impide también una alternativa a las políticas de desmantelamiento de puestos de trabajo y de derechos laborales, así como de degradación y privatización de la sanidad y la educación públicas, entre otros servicios públicos.
Retomando las palabras de la Coordinadora de Asamblea de Andalucía: "Nuestro papel debe ser el de denuncia de la farsa que suponen estas Elecciones para hacer aún mayor la abstención, mostrando cómo ésta es un instrumento político de actuación democrática que, además de deslegitimar las antidemocráticas instituciones de la Europa del gran capital, puede servir para revitalizar los movimientos sociales y políticos alternativos al sistema capitalista que éstas defienden". No puede mostrarse un mínimo de coherencia política, desde los que defendemos nuestra salida del Euro y de la UE, participando en las próximas Elecciones al Parlamento Europeo del 25 de mayo, por lo que, desde esta humilde tribuna, instamos al conjunto de la ciudadanía que se rebela contra los recortes sociales, la pérdida de derechos, y la privatización de los servicios públicos, que mantenga esta posición de abstención activa de cara a dichos comicios.
Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.es/
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