Centenari enric valor

dimecres, de juny 28, 2006

y lloro

Pienso.
Y lloro. Lloro por las promesas rotas. Las promesas de felicidad. De control de nuestras vida. De realización. Promesas de anuncios. Promesas de dioses. Promesas de padres.
Nos dieron juguetes. Robots. Héroes. Cowboys. Príncesas. Pero acabaron por aburrirnos. No eran reales. Eran imágenes. Imágenes de nuestros padres. Imágenes de nuestros dioses. Imágenes de lo que queríamos ser. De lo que nos hicieron querer ser. Algo que jamas llegaríamos a ser. El reflejo de un reflejo de un reflejo.
Eran imágenes de plástico. Fabricadas entre las grasas de una fabrica. Escupidas en serie por una maquina de fabricar deseos. Publicitadas a traves de ondas epilépticas de un consumismo planificado. Compradas por estresados padres el día de navidad. Todas con un nombre. Un nombre no de letras, si no de números. Los numeros del código de barras. Todas iguales. Igualmente falsas.

Al principio sentíamos cada día como uno nuevo y diferente. Dormíamos con una picara sonrisa entre nubes de algodón. Soñábamos. Creábamos. Y destruíamos también. Jugabamos con nuestros compañeros. Sin miedo. Sin pausa. Ahora ya ni siquiera sentimos. Nos tememos unos a otros. Hace tiempo que el miedo encerró nuestros deseos. Enterrados. Tan profundamente que ni siquiera podemos verlos.

Deseos irrealizados. Deseos contenidos. Apilados. La chica o chico que no besamos. Los dias que no jugamos. Miles de ellos. Millones de ellos. Nos uniformaron. Nos encerraron. Los juegos fueron sustituyéndose por la tiza y la pizarra. La diversión terminó por dar paso a la universión. Aprendimos a temer a nuestros deseos. Los deseos son arriesgados.
Golpearon nuestra cabeza con un cincel. Cincel como tiza. Cincel como cachete. Espinete como cincel. Cual Miguel ángel oscuro. Grabaron leyes, conductas, números en el espacio dejado por nuestros deseos. Desplazados y encerrados. Sustituido por una versión sacarinada de el mismo. Mes tras mes. Año tras año.

Despojados de sentidos y sentimientos. Autómatas. Zombies. Nos mandaron al exterminio. La no-vida del ser al cual le bombea un corazón que no late. El trabajo trae la libertad. El trabajo dignifica. Y nos convertimos en la imagen de la dignidad. Dignos hasta morir. Dignos por siempre jamas.

Llenamos la casa de objetos. Objetos como los que nos enseñaron a tener de niño. Objetos de plástico. Imágenes de nuevo. Los objetos dignifican también. Sin objetos no eres nadie. Cada vez que compramos cada vez que necesitamos más. En un anuncio Mickey Mouse fuma cigarrillos mientras conduce un cadillac dorado. Y nosotros lo queremos todo. Dependemos de comprarlo todo.

Languidecemos en nuestras celdas físicas y mentales. Nuestros sofás de la auto-complacencia y el auto-miedo. Pasamos ante pantallas la mayor parte de nuestra vida. Coche. Televisor. Ordenador. Atasco. Descanso. Trabajo. Cuando nuestra agenda y bolsillo nos lo permite, cambiamos dinero por emoción. Falsa emoción. Porque somos incapaces de buscarla por nosotros mismos. Después de todo, esto no nos lo enseñaron a hacer.
Ahora Pienso. Y sonrío. Sonrío por que descubro que la capacidad de divertirme nunca desapareció. Cada individuo es lo que quiere ser. Cada individuo monarca de su propio cuerpo. Y tengo ganas de diversión. Diversión acumulada. Apilada. Diversion como oposicion a aburrimiento. Diversion sin fin y sin final. Un auto-descubrimiento de los propios deseos a la vez que una vendetta personal. Diversion contagiosa. Diversión como arma.