Centenari enric valor

dilluns, de desembre 10, 2007

la democracia en alcoi y yo mismo



Mírame aprovechando mi vida, creyendo que soy yo quien controla mis decisiones y acudiendo puntual a cualquier oferta que me llegue a través de todo ese montón de medios de difusión masivos.


Mírame aprovechando cada minuto, escuchando cada segundo, atendiendo todo el tiempo cada vez que se suena los mocos, cada vez que tose, anotando cada indicación que realiza en su pizarra, mírame estudiando. Mírame aspirando a independizarme, o mírame tratando de que mis padres se enorgullezcan de mí, o mírame, triunfando, autosuperándome, buscando ese trabajo que me guste y me permita creer que soy feliz y sorprenderme cuando, después de todo, aún siga aburrido y con la sensación de que me falta algo.

Mírame siendo un ciudadano responsable y acudiendo a votar a cualquier líder político que se exprese de manera que yo entienda que va a beneficiar a mi bolsillo en los próximos cuatro años y va a satisfacer mi creciente frustración personal y mi profundo sentimiento de culpabilidad mal llevado y rudimentariamente oculto bajo una espesa capa de autocomplacencia.

Mírame tratando de mantener mi atractivo eternamente, gastando grandes sumas de mi sueldo mensual más comisiones e incentivos en crema hidratante, loción anti-arrugas, y tinte capilar.

Mírame creyendo que seré perfecto algún día y que el hecho de torturar y confundir de manera increíblemente sofisticada a la par que cruel a mi descendencia, mientras la desequilibro siguiendo el procedimiento que usaron en el pasado mis padres conmigo, es decir, volcando en ella todo el dolor y los traumas de un nacimiento y una infancia artificiales y espantosos, la llevará directa hacia la felicidad, esa cárcel en la que intento día a día y noche a noche encerrarme.

Mírame, tratando de pisar firme, y llevar la cabeza bien alta, demostrando al mundo que un complejo de inferioridad puede manipularse para aparentar que uno se siente bien y seguro consigo mismo y así poder ligar con ejemplares autómatas iguales que yo en el trabajo o en cualquier otro lugar, aunque no llegue a nada, aunque sólo sea por demostrarme que aún sigo siendo joven, atractivo, fuerte y deseado, aunque sólo sea para añadir a mi aburrida vida un poco de emoción al imaginar a la persona a la que no conozco pero con la que, incomprensiblemente, me casé, descubriéndome.

Mírame. Y suéltalo de una vez, porque sé que lo has pensado y lo llevas dentro, tratando de escaparse de entre tus cuerdas vocales, buscando la luz, una salida, desde que comencé a decir todo esto.