Centenari enric valor

dimarts, de gener 08, 2008

el dilema del individuo


EL DILEMA DEL INDIVIDUO: Borrego o Rebelde
I.-

Nuestras vidas son miserables, de ello no cabe la menor duda. Pero la miserabilidad cotidiana de nuestra existencia es ocultada detrás del velo que las diversas representaciones proyectan, ocultando el verdadero horror de nuestras existencias diarias.
Nuestro nacimiento es el primer acto de sometimiento y de servidumbre que sufrimos y, que se profundizara aún más en un futuro muy cercano.
El poder, por intermedio de las multiplicidades de instituciones de dominio y de control social, nos inocula el virus del temor, del rebaño, y el de la cotidianeidad.
Hay que ser como todos, ese es el estereotipo que nos ordenan, no hay que salirse de las pautas fijadas, debemos cumplir el rol que la sociedad espectacular nos ha predeterminado, aún antes de nacer.
De casa al trabajo y del trabajo a casa, es un viejo adagio popular, que todos los Estados y el capital aplican, no vaya a ser que al desviarse del camino establecido, extrañas ideas puedan ser inyectadas en las mentes de los individuos / as, y que seguramente mucho efecto podrá ocasionar en aquellas individualidades que ha tenido la posibilidad de desvelar los distintos telones que la simulación espectacular monta, a los solos fines de su ejercicio controlador.
Pero, la fascinación que provoca los valores y los roles son muy poderosos Y, no por el sólo hecho de expresar que nos hemos desembarazados de los mismos, aquellos no ejercen en cierta manera de alguna influencia. Dichas pautas y roles deambulan como fantasmas al acecho de aquellas individualidades que han comenzado a rebelarse como individuos / as, iniciando el largo camino de negación y de ruptura de todos los valores, creencias y dogmas morales.
Este proceso negador genera incertidumbres. Ello es así, y no cabe la menor duda, ya que las incertezas, es donde anida los fantasmas, que pueden conducirnos a distintas variantes de pasividad, bajo la advocación de una nueva armonía o punto de equilibrio, que no es otra cosa, que el encadenamiento de nuestro ser a una nueva deidad secular, en reemplazo de la muerta.

II.-

Nuestras vidas son inoculadas diariamente, desde el mismo momento del nacimiento, de una serie de representaciones y ficciones sociales, tales como: familia, amistad, democracia, trabajo, etc., cuya utilidad es simplemente en convertirnos en buenos súbditos y/o ciudadanos, y como se puede ver, ello es sinónimo de sometimiento a la autoridad del poder estatal y del capital, como asimismo, renuncia “voluntaria” de nuestra autonomía individual y de nuestro poder y libertad, delegándolo todo ello a una “instancia superior”, como es el Estado quien a través de sus aparatos de dominio y coerción social se apropiaran de nuestras vidas, decidiendo por cada uno nos.
Ello no debe llamar la atención, ya que al momento de nacer, el Estado comienza a ejercer su potestad de dominio, delegando a la familia, de manera transitoria, el sometimiento del niño a los poderes superiores, tarea ésta, que continuará con la educación, homogeneizando a las diversas individualidades en diversos roles, entrenándolo en el “amor” y “respeto” a la propiedad privada, a la mercancía, a los poderes constituidos, al trabajo, etc., en otras palabras, a que nos transformen en seres pasivos, que acepten plenamente la sumisión y la servidumbre impuesta, que sean esclavos satisfechos y conformes de su condición.
Cabe subrayar, que con sólo observar diariamente, en los medios de transportes, en el trabajo, en las instituciones educativas, en los lugares de esparcimiento, en las relaciones humanas ( “amor” y “ amistad”) que todos dichos seres no son más que entes amorfos y autómatas, que se despiertan, realizan su actividad, duermen, se divierten, etc., porque así se le ha impuesto, porque ello es lo “normal”, y por lo tanto, hay que aceptarlo sin cuestionamiento.
Aquellos que se hallan satisfechos de tal condición, se encontraran seguros bajo el paraguas protector y ordenador del Estado, dirán “siempre fue así, por ende, no me cuestionó nada”. Esa protección que brinda el poder estatal, y que podemos denominarla “seguridad”, es fundamentalmente aquella que implica que el poder no varíe la cotidianeidad gris y amorfa de cada día, que impida y ejerza toda su potestad para evitar aquellos individuos/as que con su praxis de negación /ruptura intenta destruir dicha cotidianeidad, ya que ello significa, evidentemente, ver lo que no quieren ver, porque al descorrerse el telón de las representaciones proyectadas, evidenciaran la verdadera significación de su vida, que no es más que una ficción. Es por ello, que los seres “normales”, aquellos que son esclavos de las pautas morales y dogmas impuestos, exigen seguridad. Para que la ficción en que viven no se vea contrastada por la verdadera dimensión de su existencia cotidiana, que no es otra cosa que esclavitud.
Mientras el poder pueda brindar dicha seguridad a la cotidianeidad, tendrá legitimidad entre los sometidos, sino perderán la misma, y buscarán aquellos representantes que pueda garantizar la misma, o sea, a nuevos amos a quien servir.

III.-

La sumisión de los seres, productos de la sociedad dividida en estamentos sociales, que crean y generan leyes, instituciones, reglamentaciones, etc., no es en sí misma una explicación del por qué de la servidumbre y el sometimiento de los individuos/as, sino que la existencia de tales regimentaciones, generan acostumbramientos entre los individuos / as a las manipulaciones y montajes erguidos por el poder, que conllevan hacia una tendencia inconsciente al sometimiento en sus relaciones de todos los días, y a desapropiarse de su propia vida.
Dicha tendencia tiene su propia lógica, y la misma es la de resignarse a dicha condición, y aceptar trágicamente la moral de borregos que los nuevos dioses imponen.
Sin embargo, no es suficiente explicación que dicha lógica este dada por la resignación de las individualidades a la servidumbre. No, no es ello solamente, toda vez que dicha dinámica, si bien no es uniforme posee características comunes. Uno de los factores de la resignación individual lo constituye tanto la democracia como el discurso único.
Por un lado - la democracia- establece el rebaño o, la masa como centro. La sociedad es endiosada como fuente de toda “sabiduría”, y como fuente de sometimiento de los individuos / as, vox populi, vox dei, reza un antiguo adagio popular, glorificando a la masa uniforme, a la sociedad civil como nuevo dios de la “igualdad” nivelando a las individualidades en su sometimiento al poder, pero dicha nivelación jamás aconteció con respecto a los privilegios de casta, clase, etc.
Dicha nivelación, exige la sanción de leyes, normas, constituciones, que pusieren en el vértice de la pirámide, a dios como fuente de todo conocimiento y sabiduría, es decir, que los individuos / as debían someterse como ocurrió en el pasado en la Francia republicana del siglo XVIII, postrarse ante un nuevo dios, el dios de la “igualdad” el dios del rebaño, demonizando a la autonomía individual.
Es decir el derecho, constituye la voluntad del nuevo dios erigido por la sociedad civil, el cual tiene por finalidad coartar la individualidad única e irrepetible que posee cada uno de los individuos / as, ya que ahora todos somos “iguales ante la ley”, o sea, constituimos objetos a los cuales se nos ha reservado el cumplimiento de un rol determinado en la actual sociedad espectacular.
En los párrafos precedentes se habla de igualdad, que vino a través de la democracia, el cual sometió a los seres a una lógica de borregos, que significaba, la muerte de la individualidad, con la consiguiente entronización de un único ser, un único cuerpo: el Estado y todas sus instituciones jurídicas, legislativas y políticas a través de la mistificación democrática. Renzo Novatore ajustadamente expresaba que ello constituía el triunfo del cristianismo y su espíritu de igualdad, su espíritu colectivo, de imponer dogmas y escalas de valores de rebaño, despreciando al individuo y a su individualidad.
Los viejos paradigmas y certezas mesiánicas, cuya rostro más visible lo constituía la idea de dios, ha muerto. La muerte de dichas certezas significaron que de los rostros humeantes de dicho dios se erigieran nuevos dioses seculares, que recorrían nuestro ser y nuestros actos, como sombras y espectros susurrantes. Dichas entidades tenían nombres propios: Iluminismo, racionalismo, progreso, evolución e incluso revolución.
Las búsquedas de nuevas vías de salvación por parte de las individualidades, a través de los interpretes de dichas sombras, no significaron más que la más absoluta impotencia de hallar la misma, ya que el viejo dios metafísico, ha sido reemplazado, como se ha dicho más arriba, por un nuevo dios secular, que estará apuntalado por la razón científica de la construcción de un paraíso terrenal, sin contradicciones, de clases, de razas, el reino de la igualdad fraternidad y libertad, son algunos de los ejemplos vivientes de los nuevos dioses que la razón ha generado, y en todos ellos no se reafirma la individualidad, al contrario, se propugna como razón última la necesidad que los individuos/as pierdan su condición de autónomos/as, y se masifiquen tras la idea de sociedad, clase social, o de sujeto colectivo

IV.-

Sin embargo, los viejos devaneos mesiánicos, que prometían la salvación, y la constitución de reinos milenarios, como Hitler, o el triunfo definitivo de una clase social determinada, tal cual lo planteara Marx con el proletariado, y la consecuente destrucción de los enemigos de la patria, o de la clase antagónica han muerto.
Sin embargo la muerte de dichos espectros, no ha significado, bajo ningún punto de vista, el reconocimiento de la bancarrota social del orden social vigente, y de todas sus estructuras culturales, sociales, históricas, etc.
Al contrario, la enajenación de los que son objetos las individualidades aún pervive.
La espectacularidad social, es simplemente la simulación y las ficciones que el capital establece entre personas mediatizadas por imágenes, lo que conlleva, empero, a que el antagonismo no este determinado por la ubicación de las individualidades en el proceso productivo, sino todo lo contrario, en la ubicación en el ejercicio / aceptación del dominio por parte de los aparatos mediadores del poder.
Ello es así, ya que el capital en esta era post-moderna ha fundado su poder en la proliferación de objetos de consumo, y en la mercantilización del goce, que deriva de aquella, como asimismo la apropiación del tiempo y del espacio de los individuos / as por parte del capital.
No puede considerarse un proceso de negación/ ruptura, el apropiarse de los susurros iluministas y cientificistas del marxismo, ni tampoco de sus variantes putativas, ya que el mismo, no es sinónimo de ruptura, sino más bien la continuidad de la decadencia, a través de nuevas sombras y espectros, o sea, de nuevos amos.
Por ende, cabe interrogarse ¿ qué hacer ante esta situación? Evidentemente, una negación/ ruptura con el orden social, tal como lo proponían, y aún lo proponen, los viejos dioses seculares, resulta imposible, ya que la praxis del capital absorberá, recuperará, y por lo tanto mercantilizará todo discurso destructivo del orden vigente, siendo ofrecido a la sociedad como bienes para ser consumido.
El discurso de la sociedad post- industrial, es masificador, en él se eliminan toda diferencia individual. El individuo/a, no es un ser único e irrepetible, sino que son cuerpos salidos de la misma matriz social, y su finalidad es el goce y el consumo masificador y homogenizador. Y, frente a la lógica que nos impone el capital, no se halla diferencias con el llamado “discurso alternativo” del marxismo, en ambos casos significa el avasallamiento del individuo, como ser autónomo y libre, por un sujeto colectivo: llamado clase social, ( proletario)
Clientes y clase, no sólo significan la masificación y la pérdida de individualidad de los individuos / as, sino también, son dos caras de una misma moneda, que significa ser co-individuos en la sociedad.
Para concluir, resulta necesario plantear al igual que Nietzsche nos dijo que el superhombre, el hombre nuevo, libre, sería aquel que se impusiera sus propios valores, trasgrediendo los imperantes, los valores del rebaño, hoy los valores de la sociedad de consumo, los medios masivos de comunicación y el discurso capitalista. ¿La salida? El individuo.
NIHIL