Centenari enric valor

dijous, de maig 08, 2008

Iñaki Errazkin entrevista a Andrés Vázquez de Sola


P.- Maestro: Tú fuiste uno de los pocos españoles que vivieron in situ el llamado Mayo Francés, ¿qué hacías allí?


R.- Vivia mi exilio dorado del que no debí salir nunca.



P.- ¿Es verdad que bajo los adoquines está la playa?

R.- Esa segunda Revolución Francesa está tan llena de contradicciones que sólo se puede hablar de ella en coña. La parte positiva era ver a los franceses, siempre tan distantes, tan estirados, aproximarse sin complejos a los corrillos repartidos por todo el Barrio Latino, en donde podiamos tropezarnos y entablar conversación con Jean Paul Sartre, con Simone de Beauvoir, con Jean Louis Barrault, con la otra gran Simone, la Signoret, o con su marido, Yves Montand. Todo el mundo se llamaba camarada y se tuteaba. Los obreros no reivindicaban aumento de salarios, sino, como estaba escrito en la enorme explanada de Renault en caracteres que sólo podían leerse desde el aire, DIGNIDAD. Los enseñantes en huelga, tampoco: Su exigencia era relativa a una reforma pedagógica que les permitiera enseñar y educar mejor a sus alumnos... Ésta es la parte subjetivamente positiva de esta revolución que comenzó porque los estudiantes internos en la Universidad de Nanterre pretendían seguir en la cama con sus novias, sus parejas o sus ligues después de las diez de la noche, saltándose el límite establecido por las normas vigentes hasta entonces.



P.- ¿Qué pasó con el espiritu del 68? ¿Se fue a tomar copas con el de Ermua?

R.- Los estudiantes, huelguistas o juerguistas, no eran en el fondo sino unos minifachas vestidos de anarquistas de derechas, la prueba: dónde han acabado todos. Pero, esto dicho, si los partidos políticos y los sindicatos hubiesen estado a la altura, viendo la respuesta popular, habrían podido hacer una verdadera revolución, incruenta, aunque el NODO diera imágenes dantescas de las manifestaciones y la supuesta represión. De Gaulle, perro viejo, sabía que era mejor no dramatizar, sino esperar a que se aproximaran las vacaciones y los huelguistas exigieran la apertura de las gasolineras: Lo consiguió. Como los sindicatos triunfaron pírricamente consiguiendo aumentos salariales ridículos que, por otra parte, nadie había pedido...



P.- Cuéntanos cierta anécdota sobre Jean Paul Sartre...

R.- Sartre, como cualquier persona generosa, tomó partido hasta mancharse, como diria gabriel Celaya. La Policia no se atrevía con él, aunque se metiera él mismo en el furgón, pero la derecha cerril se la tenía jurada. Creo que en tu pregunta me pides que te hable de mi relación –indirecta- con Sartre: Pues bien, yo iba a comer a diario al Dôme, justo antes de que Sartre pasara frente al restaurante, para dirigirse a La Coupole. Entonces yo, devoto lector del pequeño y malformado –en el sentido físico- filósofo, salía discretamente y lo escoltaba a cierta distancia, hasta verlo entrar sano y salvo en su restaurante preferido, donde lo esperaban sus amigos. Posteriormente, Simone de Beauvoir tuvo conocimiento de mi condición de guardaespaldas espontáneo de su compañero.



P.- Han pasado cuarenta años, ¿cómo ves el mundo en mayo de 2008?

R.- Sea cual sea el juicio que hoy, cuarenta años después, podamos hacer de aquel mayo de 68, para quienes lo vivimos en aquel entonces era muy distinto, era apasionante. Aunque fuera una gamberrada, una boutade estudiantil de corte anarco-fascistoide y terminara en agua de borrajas, pienso que si hoy día se repitiera y lanzáramos los adoquines adecuadamente, tal vez llegaríamos a la playa...